En un contexto en el que la eficiencia y la transparencia deberían ser los pilares fundamentales de la gestión pública, las administraciones en España demuestran, una vez más, que sus prioridades están profundamente distorsionadas. Uno de los problemas más flagrantes es el despilfarro del presupuesto estatal. Año tras año, observamos cómo los departamentos gubernamentales se afanan en gastar sus partidas presupuestarias de cualquier manera, con el único objetivo de evitar que el presupuesto del año siguiente sea reducido.
Y si, lo has leido bien, en las empresas publicas los departamentos con el unico objetivo de que no se les reduzca el presupuesto, lo gastan en cualquier cosa con tal de evitar que el año siguiente se les reduzca.
El Absurdo de Gastar por Gastar
En el ámbito privado, podría "entenderse" o mejor dicho, no tendriamos porque juzgar que los departamentos de una empresa busque gastar su presupuesto al máximo para justificar mayores asignaciones futuras. Sin embargo, en las empresas públicas, esta lógica es contraproducente y carece de sentido. En lugar de buscar el gasto por el gasto, las administraciones deberían centrarse en optimizar sus recursos y reducir costes, siempre con el objetivo de cubrir las necesidades esenciales del departamento y cumplir con los objetivos establecidos para el beneficio de los ciudadanos.
Un organismo público tiene como misión principal obtener beneficios para la ciudadanía, no beneficios económicos. La eficiencia en la gestión del presupuesto debería estar orientada a maximizar el impacto positivo en la sociedad, no a engrosar artificialmente las cifras de gasto.
Externalización: Un Pozo Sin Fondo de Recursos Públicos
Otro factor que agrava el problema del gasto público desmesurado es la externalización de servicios. Si bien la subcontratación puede parecer, en teoría, una forma de mejorar la eficiencia y reducir costes, la realidad es diametralmente opuesta. La inclusión de intermediarios suele inflar los costos de manera drástica. Empresas privadas que, en su afán por maximizar beneficios, elevan los precios de servicios que podrían ser gestionados de manera mucho más económica y efectiva por personal propio de la administración.
La externalización no solo incrementa los costes, sino que también introduce una capa adicional de opacidad y potencial corrupción en la gestión de los recursos públicos. Casos recientes han puesto en evidencia cómo contratos multimillonarios son adjudicados a empresas con vínculos cuestionables, generando un caldo de cultivo ideal para el fraude y el mal uso de fondos públicos.
Una Llamada a la Responsabilidad y a la Transparencia
Es imperativo que las administraciones públicas en España adopten un enfoque más responsable y transparente en la gestión del presupuesto. No se trata de gastar por gastar, sino de invertir en proyectos y servicios que realmente beneficien a la ciudadanía. Es necesario revisar los mecanismos presupuestarios para que no se penalice el ahorro, sino que se incentive la eficiencia y la racionalidad en el uso de los recursos.
Además, la externalización de servicios debe ser reconsiderada y regulada con mayor rigor. No se puede permitir que empresas privadas hagan su agosto a costa del erario público sin una justificación clara y transparente de los beneficios que aportan.
Conclusión
La práctica de gastar el presupuesto de manera indiscriminada es un síntoma de una enfermedad más profunda en nuestra administración pública: la falta de responsabilidad y visión a largo plazo. Es crucial que como sociedad exijamos un cambio en esta dinámica perversa. Los recursos públicos son finitos y deben ser gestionados con el máximo rigor y transparencia. Solo así podremos construir una administración verdaderamente al servicio de los ciudadanos y no de sus propios intereses burocráticos.